martes, 11 de junio de 2013

AMOS DE TÍTERES

Hablar de Robert  A.Heinlein siempre es hablar de ciencia-ficción con mayúsculas. Considerado por críticos y lectores como uno de los grandes maestros del género, a mi parecer junto a Bester y Lem los tres más grandes del campo. Numerosos premios han avalado una dilatada trayectoria en la que podemos encontrar obras como La luna es una cruel amante, Puerta al verano o Estrella doble.

Oriundo del Estado de Missouri, formó parte de la US ARMY en dos ocasiones, teniendo que renunciar a esta por una enfermedad crónica. Esta etapa de su vida sería clave en sus novelas, al igual que sus estudios de ingeniería y ciencia, ya que sin escribir una ciencia ficción de tipo hard, si qué vemos tratados en su obra temas como viajes en el tiempo o navegación espacial de una manera bastante coherente y cuidada (esto no es La Guerra de las Galaxias amigos, aquí persiste la Teoría de la Gravedad).

Sus primeros escarceos en el mundo de la literatura llegan de la mano de toda una institución como era la revista pulp Astounding Science-Fiction, dirigida por un mítico John W.Campbell (la misma que publicaría a Asimov o Sturgeon) algunas de sus narraciones fueron interpretadas desde un punto de vista ideológico, tachándosele de fascista y militarista.

Los ajenos al género conoceréis su obra más galardonada y más polémica, Las brigadas del espacio, la cual tuvo su adaptación cinematográfica de la mano del neerlandés Paul Verhoeven (con una gran banda sonora de Basil Poledouris). Centrándonos en la novela, la polémica vino generada por la división dentro de la sociedad entre ciudadanos-soldados y civiles, como si del modelo espartano se tratara, creándose un modelo patriótico-militar que en la cinta de Verhoeven se satirizó en situaciones que rayan lo ridículo como la etapa del Instituto, en las que el protagonista John Rico tiene que superar una serie de clases enfocadas única y exclusivamente a la vida marcial o un aparato propagandístico ante el que el propio Goebbels palidecería.



En el caso de Amos de Títeres, nos encontramos ante una novela con el habitual tono socarrón de Heinlein, en la que se narra la invasión de los EEUU por una raza alienígena llegada en misteriosos platillos volantes. A diferencia de la Guerra de los Mundo de H.G. Wells, aquí no habrá una guerra abierta entre el gobierno americano y los invasores, sino una situación totalmente inusual.

Y es que Heinlein plantea unos alienígenas totalmente inofensivos por sí solos, una especie de babosas que se comportan como parásitos que necesitan de un recipiente orgánico para vivir, al cual poseen convirtiéndoles prácticamente en zombies descerebrados. Su capacidad a la hora de crear situaciones desternillantes como son los planes gubernamentales para frenar el avance de la oleada enemigas a través de la prohibición de llevar cubierta la espalda o las  piernas con cualquier tipo de prenda (llega a recordar a las míticas gafas de rayos X de Están vivos! de John Carpenter) y obligando incluso al presidente del país más poderoso del mundo a dar ejemplo ante sus ciudadanos.

Con un ritmo de narración trepidante a través de un personaje algo tosco pero realmente hábil en sus propósitos, el cual como miembro de una agencia gubernamental ultrasecreta y con acceso a las más altas esferas de poder nacional será testigo y partícipe de toda la acción, haciendo que la novela se lea del tirón (apenas son 300 hojas).

Si al acabar el libro no crees en conspiraciones extraterrestres o no miras de reojo a tu vecino del 4º por ir con chaqueta y camisa de manga larga en pleno verano (mira sus movimientos no es él!), es que te has equivocado de novela. Si no es así ya sabes, ¡nunca les des la espalda!

Más información sobre su biografía:
Más datos sobre la novela

2 comentarios:

  1. Siguiente entrada algo de Harlan Ellison, ya que te pones en plan freak jajaja

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  2. Hombre Don Daniel!Pues es que de Ellison apenas he leído su obra escrita, eso sí, ya había pensado dedicar un artículo a la mítica Más allá del limite, así que en breves publicaré algo.

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